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anadertal

16 août 2008

escaparse para ver las estrellas

Un blog, dos blogs, tres blogs

Creativo. El color verde denota vegetación, crecimiento fértil, abundante. El sombrero verde indica creatividad e ideas nuevas. Colocarse el sombrero verde es tener una actitud para ideas nuevas y de nuevas formas de enfocar las cosas. Ya no nos basamos en nuestra experiencia pasada, por el contrario debemos romper paradigmas, desechando viejas ideas para encontrar otras mejores. Se ocupa del cambio. Si tener una actitud positiva con el sombrero amarillo es difícil de asumir, cómo lo será con este sombrero. Estamos acostumbrados a pensar que la creatividad es espontánea o propia de personas “especiales” que tienen esta sensibilidad. Pero en cambio, este sombrero puede dar al pensador el enfoque para ser creativo y con este cambio de actitud ya hemos producido una mejora. La creatividad sí es algo que se puede propiciar, aprender y mejorar. “Explicación” de las sensaciones generales agradables: Éstas están determinadas por la fe en Dios. Están determinadas por la conciencia de buenas acciones (la llamada “conciencia tranquila”, un estado fisiológico que a veces se parece mucho a la buena digestión). Están determinadas por el resultado feliz de empresas (conclusión errónea candorosa; el resultado feliz de una empresa no proporciona en absoluto sensaciones generales agradables a un hipocondríaco o a un Pascal). Están determinadas por la fe, el amor y la esperanza: las virtudes cristianas. En realidad, todas estas presuntas explicaciones son estados derivados y, por así decirlo, traducciones de sensaciones de placer o desplacer a un dialecto falso. Se está en condiciones de esperar porque la sensación de fuerza y plenitud infunde tranquilidad serena. La moral y la religión pertenecen en un todo a la sicología del error: en cada caso particular se confunde la causa con el efecto, la verdad con el efecto de lo creído cierto o un estado de la conciencia con la causalidad de este estado. Me limito aquí a exponer la sicología de todo hacer responsable. Dondequiera que se busquen responsabilidades suele ser el instinto del querer castigar y juzgar el que impera. Cuando se reduce el ser tal y como es, a voluntad, propósitos, actos de la responsabilidad, se despoja la posibilidad de su inocencia; la doctrina de la voluntad ha sido inventada esencialmente para los fines de castigo, esto es, para satisfacer el afán de declarar culpable. Toda la antigua sicología, la sicología volicional, reconoce como origen el hecho- de que sus autores, los sacerdotes al frente de antiguas comunidades, querían procurarse a sí mismos o bien a Dios, el derecho de castigar. Se concebía a los hombres “libres”, para que se los pudiera juzgar y castigar, para que pudieran ser culpables; en consecuencia, había que concebir cada acto como acto volitivo, el origen de cada acto como situado en la conciencia (con lo cual la tergiversación más fundamental in psychologicis quedaba convertida en el principio de la sicología...). Hoy día, cuando hemos entrado en el movimiento opuesto; cuando en particular los inmoralistas nos aplicamos con todas las fuerzas a eliminar del mundo el concepto de la culpa y el del castigo, y depurar de ellos la sicología, la historia, la Naturaleza y las instituciones y sanciones sociales, consideramos como nuestros adversarios más radicales a los teólogos, los que por el concepto del “orden moral” siguen arruinando la inocencia de la posibilidad, contaminándola con el “castigo” y la “culpa”. El cristianismo es la metafísica del verdugo... Esperó que lo presentado previamente motive al lector a tener un pensamiento constructivo de sombrero amarillo evaluando los beneficios que podría conseguir, lo cruce con el pensamiento de sombrero negro y establezca que es lo que puede perder o pueda fallar y cómo evitarlo, aplique el pensamiento de sombrero blanco para sacar el costo- beneficio de su acción y finalmente se ponga el sombrero rojo y sin pensar en nada, establezca el sentimiento que esta lectura le ha producido. Finalmente colóquese el sombrero de color verde y empiece a romper paradigmas y a crear. Esta metodología no es experimental, ha sido probada y ha dado espectaculares resultados. Ha sido desarrollada por el Dr. Edward de Bono que es una autoridad mundial en el Desarrollo de la Capacidad de Pensar. En la parte final se presenta un resumen de su trayectoria. Toda la educación superior en Alemania ha perdido lo principal: el fin y los medios conducentes al logro del mismo. Se ha olvidado que la educación misma, la ilustración, es el fin-y no “el Reich”-; que para tal fin se requieren educadores, y no profesores de enseñanza secundaria y catedráticos de Universidad... Hacen falta educadores que ellos mismos estén educados; espíritus superiores, aristocráticos, probados a cada instante, probados tanto por lo que dicen como por lo que callan, cultivos maduros y sazonados, y no esos patanes eruditos que el colegio y la Universidad ofrecen hoy a la juventud como “ayas superiores”. Faltan los educadores, abstracción hecha de las excepciones; quiere decir, la premisa primordial de la educación; de ahí la decadencia de la cultura alemana. 'Una de esas rarísimas excepciones es mi venerable amigo lakob Burckhardt, de Basilea; a él, más que a nadie, debe Basilea su supremacía en humanidad. El resultado efectivo que logran los “establecimientos superiores de enseñanza” en Alemania es un adiestramiento brutal con miras a hacer con un mínimo de pérdida de tiempo a multitud de jóvenes aprovechables, exportables, para la administración pública. “Educación superior” y “multitud” son desde un principio términos inconciliables. Toda educación superior ha de estar reservada a la excepción; hay que ser un hombre privilegiado para tener derecho a tan alto privilegio. Todas las cosas grandes, todas las cosas hermosas, jamás pueden ser patrimonio de todos pulchrum est paucorum hominum. ¿Qué es lo que determina la decadencia de la cultura alemana? La circunstancia de que la' “educación superior” ha dejado de ser un privilegio; el democratismo de la “ilustración general”, vulgarizada... No ha de olvidarse que los privilegios militares efectivamente imponen la afluencia excesiva a los establecimientos superiores de enseñanza, quiere decir, su ruina. En la Alemania de hoy ya nadie puede procurar a sus hijos una educación refinada, si así lo desea; todos nuestros establecimientos superiores de enseñanza están orientados hacia la más equívoca mediocridad, con sus profesores, programas de enseñanza y fines didácticos. Y en todas partes prevalece una precipitación indecorosa, como si algo estuviese perdido, porque a los veintitrés años el joven no está “listo”, no sabe dar una respuesta a la “cuestión principal”, la de la orientación profesional. Yo he sido el primero en tomar en serio, para la comprensión del instinto heleno de los primeros tiempos, aún rico y hasta pletórico, ese fenómeno maravilloso que lleva el nombre de Dionisos; fenómeno que sólo puede ser explicado por un excedente de fuerza. Quien ahonda en el estudio de los griegos, como ese conocedor más profundo de su cultura, Jakob Burckhardt, de Basilea, se percata al momento de la significación de mi actitud. Insertó Burckhardt en su Cultura de los griegos un capítulo dedicado expresamente a dicho fenómeno. Para conocer la antítesis del mismo no hay más que considerar la pobreza casi hilarante de los instintos de qué dan prueba los filólogos alemanes en cuanto se asoman a lo dionisíaco. Sobre todo el famoso Lobeck, que con el digno aplomo de un gusano secado entre libracos se introdujo en este mundo de estados misteriosos tratando de creer que así era científico, cuando en realidad era superficial y pueril en un grado que da asco. Lobeck ha dado a entender, en un máximo despliegue de erudición, que todas estas curiosidades en el fondo no significaban gran cosa. De hecho, los sacerdotes comunicarían a los participantes de tales orgías algunos datos nada fútiles; por ejemplo, que el vino excitaba la voluptuosidad; que el hombre se alimentaba eventualmente de frutos; que las plantas florecían en la primavera y se marchitaban en otoño. En cuanto a la desconcertante riqueza en ritos, símbolos y mitos de origen orgiástico que literalmente cubre el mundo antiguo, es para Lobeck motivo para aumentar un poquito su ingenio. “Los griegos-escribe en Aglaofames I, 672-cuando no tenían otra cosa que hacer reían, correteaban y se lanzaban por ahí, o bien, ya que el hombre a veces también siente estas ganas, se sentaban y prorrumpían en llanto y lamento. Luego otros se les acercaban y buscaban algún motivo que explicara tan rara conducta; así se desarrollaron como explicación de esas costumbres innumerables leyendas y mitos. Por otra parte, se creía que ese comportamiento gracioso que se registraba en los días de fiesta era un rasgo esencial de las fiestas, y así lo preservaban como parte imprescindible del culto.” Esto es un solemne disparate; no se tomará en serio a Lobeck ni por un instante. Con muy otra disposición examinamos el concepto “griego” que se han formado Winckelmann y Goethe, y lo encontramos incompatible con ese elemento del que surge el arte dionisíaco : con el orgiástico. En efecto, no dudo de que Goethe hubiera negado de plano que algo semejante cupiese dentro de las posibilidades del alma griega. Quiere decir que Goethe no comprendió a los griegos. Pues sólo en los misterios dionisíacos, en la sicología del estado dionisíaco, se expresa el hecho fundamental del instinto heleno: su “voluntad de vida”. ¿Qué se garantizaba el heleno con estos misterios? La vida eterna, el eterno retorno a la vida; el futuro prometido y consagrado en el pasado; el triunfante sí a la vida más allá de la muerte y mutación; la vida verdadera como pervivencia total, por la procreación, por los misterios de la sexualidad. De ahí que para los griegos el símbolo sexual fuera el símbolo venerable en sí, la profundidad propiamente dicha en toda la piedad antigua. Todo pormenor relativo al acto de la procreación, al embarazo y al parto suscitaba los sentimientos más elevados y solemnes. En la doctrina de los misterios está santificado el dolor: los “dolores de la parturienta” santifican el dolor en sí; todo nacer y crecer, todo lo que garantiza el futuro, determina el dolor... Para que haya eterno goce de la creación, para que la voluntad de vida eternamente se afirme a sí misma, debe haber también eternamente por fuerza la “agonía de la parturienta”... Todo esto encierra la significación de la palabra “Dionisos”; yo no conozco simbolismo más elevado que este simbolismo griego, el de las dionisas. En él, el instinto más profundo de la vida, el del futuro de la vida, de la eternidad de la vida, está sentido religiosamente, y el camino mismo a la vida, la procreación, como el camino santo... Sólo el cristianismo, con su resentimiento fundamental dirigido contra la vida, ha hecho de la sexualidad algo impuro: ha enlodado el principio, la premisa de nuestra vida... La sicología de lo orgiástico, como de un sentimiento pletórico de vitalidad y fuerza dentro del cual aun el dolor obra como estimulante, me ha ofrecido la clave del concepto del sentimiento trágico, que tanto Aristóteles como, en particular, nuestros pesimistas, han entendido mal. La tragedia, lejos de corroborar el pesimismo de los helenos en el sentido de Schopenhauer, ha de ser considerada como rotunda refutación y antítesis del mismo. El decir sí a la vida, aun en sus problemas más extraños y penosos, la voluntad de vida gozando con la propia inagotabilidad en el sacrificio de sus tipos más elevados: a esto es a lo que he llamado dionisíaco, lo que he adivinado como clave de la sicología del poeta trágico. No para librarse de terror y de la compasión, no para purgarse de un peligroso afecto por la descarga violenta del mismo, como creyó Aristóteles, sino para ser personalmente, más allá de terror y compasión, el goce eterno del devenir, ese goce que comprende aun el goce del destruir... Y así llego de vuelta al punto del que en un tiempo partí: El origen de la tragedia que fue mi primera transmutación de todos los valores. Así me reintegro al suelo del que brota mi querer y mi poder -yo, el último discípulo del filósofo Dionisos-, yo, el pregonero del eterno retorno...

Estar a lo que salga.

Tomemos como ejemplo la minería. En ella no se emplea para nada materia prima, puesto que el objeto de trabajo, el cobre por ejemplo, es un producto natural que se apropia precisamente mediante el trabajo. El cobre que se trata de apropiar, el producto del proceso de trabajo, que más tarde circula como mercancía o como capital–­mercancías, no constituye un elemento del capital productivo. No se invierte en él ninguna parte del valor de éste. Por su parte, los demás elementos del proceso de producción, la fuerza de trabajo y las materias auxiliares, lo mismo que el carbón, el agua, etc., no entran tampoco a formar parte material del producto. El carbón se consume totalmente y sólo se incorpora al producto su valor, del mismo modo que pasa a formar parte de él una parte del valor de la máquina, etc. Finalmente, el obrero se mantiene con la misma independencia frente al producto, al cobre, que la máquina. Lo único que forma parte integrante del valor del cobre es el valor que el obrero produce con su trabajo. Por tanto, en este ejemplo ni un solo elemento del capital productivo cambia de mano (de master); ninguno de ellos sigue circulando, pues ninguno de ellos entra a formar materialmente parte del producto. ¿Dónde queda, pues, aquí el capital circulante? Según la propia definición de A. Smith, todo el capital empleado en una mina de cobre sería capital fijo. Masajes Barcelona Si no se le puede reprochar a A. Smith el que en este análisis no vaya más allá que todos los autores posteriores a él (a pesar de que en los fisiócratas se mostraba ya un atisbo de solución acertada), en cambio, vemos cómo se deja arrastrar a un caos, principalmente porque su concepción “esotérica” del valor de la mercancía se entrecruza constantemente con la concepción exotérica, que en general, es la que predomina en él, si bien su instinto científico hace que el punto de vista esotérico se trasluzca de vez en cuando. Masajes BCN Primero. En que aquí la circulación total, con sus dos fases opuestas, abre el ciclo, mientras que en la forma I la circulación es interrumpida por el proceso de producción y en la forma II la cir­culación total, con sus dos fases complementarias entre sí aparece solamente como mediadora del proceso de reproducción, constitu­yendo por tanto el movimiento intermedio entre P... P. En D... D’, la forma de circulación es D – M. . M’ – D’ = D –M– D’. En P... P, es la inversa: M’– D’.– D – M = M –D – M. En M’ – M’ reviste también esta última forma. Masajes Pero volvamos atrás. Una autocontradicción como la que parece manifestarse en el asceta, «vida contra vida», es ––esto se halla claro por lo pronto––, considerada fisiológica y ya no psicológicamente, un puro sinsentido. Esa autocon­tradicción no puede ser más que aparente; tiene que ser una especie de expresión provisional, una interpretación, una fórmula, un arreglo, un malentendido psicológico de algo cuya auténtica naturaleza no pudo ser entendida, no pudo ser designada en sí durante mucho tiempo, –– una mera pa­labra, encajada en una vieja brecha del conocimiento hu­mano. Y para contraponer a ella brevemente la realidad de los hechos, digamos: el ideal ascético nace del instinto de protección y de salud de una vida que degenera, la cual pro­cura conservarse con todos los medios, y lucha por conser­varse; es indicio de una paralización y extenuación fisioló­gica parciales, contra las cuales combaten constantemente, con nuevos medios e invenciones, los instintos más profun­dos de la vida, que permanecen intactos. El ideal ascético es ese medio: ocurre, por tanto, lo contrario de lo que piensan sus adoradores, –– en él y a través de él la vida lucha con la muerte y contra la muerte, el ideal ascético es una estratage­ma en la conservación de la vida. En el hecho de que ese mismo ideal haya podido dominar sobre el hombre y ense­ñorearse de él en la medida que nos enseña la historia, espe­cialmente en todos aquellos lugares en que triunfaron la ci­vilización y la domesticación del hombre, se expresa una gran realidad, la condición enfermiza del tipo de hombre habido hasta ahora, al menos del hombre domesticado, se expresa la lucha fisiológica del hombre con la muerte (más exactamente: con el hastío de la vida, con el cansancio, con el deseo del «final»). El sacerdote ascético es la encarnación del deseo de ser––de––otro––modo, de estar––en––otro––lugar, es en verdad el grado sumo de ese deseo, la auténtica vehe­mencia y pasión del mismo; pero justo el poder de su desear es el grillete que aquí lo ata, justo con ello el sacerdote ascé­tico se convierte en el instrumento cuya obligación es traba­jar a fin de crear condiciones más favorables para el ser­aquí y ser––hombre, justo con este poder el sacerdote ascéti­co mantiene sujeto a la existencia a todo el rebaño de los mal constituidos, destemplados, frustrados, lisiados, pacientes­de––sí de toda índole, yendo instintivamente delante de ellos como pastor. Ya se me entiende: este sacerdote ascético, este presunto enemigo de la vida, este negador, –– precisamente él pertenece a las grandes potencias conservadoras y creadoras de síes de la vida... ¿De qué depende aquella condición en­fermiza? Pues el hombre está más enfermo, es más insegu­ro, más alterable, más indeterminado que ningún otro ani­mal, no hay duda de ello, –– él es el animal enfermo: ¿de dón­de procede esto? Es verdad que también él ha osado, innovado, desafiado, afrontado el destino más que todos los demás animales juntos: él, el gran experimentador con­sigo mismo, el insatisfecho, insaciado, el que disputa el do­minio último a animales, naturaleza y dioses, –– él, el siem­pre invicto todavía, el eternamente futuro, el que no en­cuentra ya reposo alguno ante su propia fuerza acosante, de modo que su futuro le roe implacablemente, como un agui­jón en la carne de todo presente: –– ¿cómo este valiente y rico animal no iba a ser también el más expuesto al peligro, el más duradero y hondamente enfermo entre todos los animales enfermos?... Muy a menudo el hombre se harta, hay epide­mias enteras de ese estar––harto (–– así, hacia 1348, en la época de la danza de la muerte): pero aun esa náusea, ese cansancio, ese hastío de sí mismo –– todo aparece tan poderoso en él, que en seguida vuelve a convertirse en un nuevo grillete. El no que el hombre dice a la vida saca a la luz, como por arte de magia, una muchedumbre de síes más delicados; más aún, cuando se produce una herida a sí mismo este maestro de la destrucción, de la autodestrucción, –– a continuación es la herida misma la que le constriñe a vivir... Barcelona prostitutas no hace más que preparar la primera transformación del capital–dinero en capital productivo; en la forma II, la reversión a capital productivo del capital–mercancías; por tanto, siempre que la base de inversión del capital industrial siga siendo la misma, la reversión del capital en mercancías a los mismos elementos de producción que lo engendraron. Aquí aparece, por tanto, al igual que en la forma I, como fase preparatoria del proceso de producción, sólo que como retorno a éste, como renovación de él, y, por consiguiente, como precursor del proceso de reproducción y también, por tanto, de la repetición del proceso de valorización. Clubs de alterne en Madrid La tolerancia hacia sí mismo autoriza a tener varias convicciones; éstas conviven pacíficamente, cuidán­dose mucho, como hoy en día todo el mundo, de comprometerse. ¿Cómo se compromete uno hoy en día? Adoptando una actitud consecuente. Avanzando imperturbable. Siendo un hombre en el que no caben, por lo menos, cinco interpretaciones diferentes. Sien­do-genuino... Temo mucho que algunos vicios estén condenados a extinguirse simplemente porque el hom­bre moderno es demasiado cómodo e indolente para seguir con ellos. Todo lo malo determinado por una voluntad fuerte, y tal vez no haya nada malo sin fuerza de voluntad, degenera en virtud en nuestro tibio ambiente... Los pocos hipócritas que he conoci­do imitaban la hipocresía; eran, como hoy en día casi todo el mundo, comediantes. girlsvalencia.com La cosa es evidente cuando el dinero así acumulado es dinero adicional. Este dinero sólo puede ser una parte del oro adicional procedente de los países productores de este metal. Debe tenerse presente que el producto nacional entregado a cambio de este oro deja de existir dentro del país. Emigra al extranjero, en sustitución del oro que afluye a él. Call Girls Barcelona Examinemos más de cerca la precitada adaptación de la organización de cada animal a su manera de vivir y a los medios de conservar su existencia. Ocurre aquí, desde luego, la pregunta de si es la manera de vivir la que se regula según la organización o ésta según aquélla. Parece, a primera vista, que sea lo primero lo exacto, puesto que en el orden del tiempo precede la organización a la manera de vivir, creyéndose que el animal ha adoptado el género de vida a que mejor se acomoda su estructura, utilizando lo mejor posible los órganos con que se halló; que el ave vuela porque tiene alas, el toro embiste porque tiene cuernos, y no la inversa. Esta opinión es la de Lucrecio: Saunas Castilla Leon - Castilla la Mancha En la medida en que cada uno de estos ciclos se considera como forma especial del movimiento que recorren diversos capitales industriales individuales, esta diferencia sólo existe, en efecto, como algo puramente individual. Pero, en realidad, todo capital industrial individual aparece bajo las tres formas al mismo tiempo. Los tres ciclos, las formas de reproducción de las tres modalidades del capital, se desarrollan continuamente de un modo paralelo. Una parte del valor–capital que ahora funciona, por ejemplo, como capital–mercancías se convierte en capital–dinero, pero al mismo tiempo que esto ocurre, otra parte sale del proceso de producción y entra en la circulación como nuevo capital–mercancías. De este modo, se describe constantemente la forma cíclica M'... M'; y lo mismo ocurre con las otras dos formas. La reproducción del capital en cada una de sus formas y en cada una de sus fases presenta la misma continuidad que la metamorfosis de estas formas y el curso sucesivo a través de las tres fases. Por tanto, aquí el ciclo en su conjunto constituye una unidad real de sus tres formas. Acompañantes Sevilla El valor del capital circulante –el invertido en fuerza de trabajo y medios de producción– sólo se adelanta por el tiempo durante el cual se elabora el producto, con arreglo a la escala de la producción, la cual depende del volumen del capital fijo. Este valor se incorpora íntegramente al producto y, por tanto, al venderse éste. retorna en su totalidad de la circulación, pudiendo de este modo volver a desembolsarse. La fuerza de trabajo y los medios de producción que forman el capital circulante son sustraídos a la circulación en la medida necesaria para la elaboración y la venta del producto terminado, pero necesitan ser repuestos y renovados constantemente mediante nuevas compras, mediante la reversión de la forma dinero a los elementos de producción. Son sustraídos de golpe al mercado en masas menores que los elementos del capital fijo, pero, en cambio, se sustraen a él con mayor frecuencia y el desembolso del capital invertido en ellos se renueva en períodos más cortos. Esta renovación constante se lleva a cabo por medio de la circulación continua del producto a través del cual circula todo su valor. Acaban describiendo constantemente el ciclo total de las metamorfosis, no sólo en cuanto a su valor, sino también en cuanto a su forma material; revierten constantemente de la forma mercancía a la forma de los elementos de producción de esta misma mercancía. saunas erótica en Madrid El capital–mercancías que el capitalista lanza a la circulación tiene mayor valor (no se explica o no se comprende de dónde proviene esto, pero es un hecho, desde el punto de vista de que ellos mismos parten) que el capital productivo sustraído por él a la circulación en forma de fuerza de trabajo y medios de producción. Partiendo de esta premisa, es claro, por tanto, por qué no sólo el capitalista A, sino también B, C, D, etc., pueden sustraer constantemente a la circulación, mediante el cambio de sus mercancías, más valor que el de su capital, el primitivo y el desembolsado constantemente, en períodos sucesivos. A, B, C, D, etc., lanzan continuamente a la circulación, en forma de capital–mercancías –y esta operación presenta tantos aspectos como capitales funcionan independientemente–, un valor en mercancías mayor que el que retiran de ella en forma de capital productivo. Por eso pueden repartirse constantemente entre sí (es decir, retirar de la circulación, cada cual por su lado, un capital productivo) una suma de valor igual a la de sus respectivos capitales productivos desembolsados; y, constantemente también, una suma de valor que lanzan todos ellos a la circulación en forma de mercancías, como remanente respectivo del valor de las mercancías sobre el valor de sus elementos de producción. acompañante barcelona Efectos semejantes a éstos producen en distintas ramas industria­les los períodos –más cortos o menos largos– en que se lanzan al mercado grandes masas de materias primas. En Londres, por ejemplo, se celebran cada tres meses grandes subastas de lana, que dominan el mercado de este género; en cambio, el mercado de algodón se renueva entre una cosecha y otra de un modo continuo en su con­junto, aunque no siempre uniforme. Estos períodos determinan los principales plazos de compra de las materias primas correspondientes e influyen también sobre las compras, las cuales condicionan los desembolsos especulativos, mayores o menores, hechos para adquirir estos elementos de producción, del mismo modo que el carácter de las mercancías producidas influye sobre la retención especulativa, deliberada, más larga o más corta, del producto en forma de capital–­mercancías potenciales. “Por eso el agricultor se ve obligado a ser también, hasta cierto punto, especulador... y a posponer, según las circunstancias del momento la venta de sus productos. [El autor ha­ce seguir a esto algunas reglas generales. F. E.] Sin embargo, los fac­tores más importantes en la venta de los productos son la persona, el producto mismo y la localidad. Quien, siendo hábil y afortuna­do [¡] dispone de capital suficiente para sus negocios no hará re­proche si, en épocas en que rijan precios extraordinariamente bajos en el mercado, retiene su cosecha una vez al año durante algún tiem­po; en cambio, si carece de capital de explotación o de todo espíritu especulativo [¡], aspirará a conseguir el precio medio corriente, lo cual le obligará a reducir sus pretensiones, cuando se le presente la ocasión de vender. El retener la lana de un año causará casi siempre perjuicios, mientras que los cereales y las semillas oleaginosas pueden guardarse dos años en el almacén sin detrimento para la calidad de la mercancía. Productos expuestos por lo general a grandes alzas y bajas en períodos cortos de tiempo, como ocurre, por ejemplo, con las semillas oleaginosas, el lúpulo, las cardas y otros semejantes, de­berán dejarse almacenadas durante los años en que el precio de venta sea considerablemente inferior al precio de producción. Los objetos en cuya venta menos se puede titubear son aquellos que suponen un gasto diario de entretenimiento, v. gr., el ganado de ceba, o se hallan expuestos a deteriorarse, como sucede con las patatas, las frutas, etc. En ciertas comarcas, un producto alcanza en determinadas épo­cas del año, por término medio, su precio más alto y en otras des­ciende hasta el límite más bajo; así, por ejemplo, hacia San Martín los cereales se cotizan en ciertos sitios, por término medio, a un precio más bajo que entre Navidades y Pascua. Otros productos, en ciertas regiones, sólo encuentran salida favorable en determinadas épocas, corno sucede, por ejemplo, con la lana en determinados mer­cados, en los que además el comercio de este género suele paralizarse, etc.” (Kirchhof, p. 302.) relax Barcelona

Otra victoria más y estamos perdidos.

Crítica de la moral de decadencia. Una moral “al­truista”, una moral que comporta la atrofia del egoís­mo, es bajo todas las circunstancias una mala señal, respecto a los individuos y, en particular, respecto a los pueblos. Falla lo mejor si empieza a fallar el egoísmo. Optar instintivamente por lo que lo perjudi­ca a uno, sentirse atraído por motivos “desinteresa­dos”, es casi la fórmula de la decadencia. “No buscar su propia ventaja” es tan sólo la hoja de parra moral para disimular esta realidad muy diferente, esto es, fisiológica: “No soy ya capaz de encontrar mi propia ventaja”... ¡Disgregación de los instintos! Cuando un hombre se vuelve altruista, quiere decir que está perdido. En vez de decir ingenuamente: “Yo ya no sirvo para nada”, dice la mentira moral por boca del décadent: “Nada vale nada; la vida no vale nada...” Tal juicio constituye, en definitiva, un grave peligro, pues es contagioso; no tarda en proliferar por toda la extensión del suelo mórbido de la sociedad, hasta quedar transformado en una tupida vegetación con­ceptual, ya como religión (cristianismo) o como filo­sofía (schopenhauerianismo). Tal vegetación venenosa, brotada de la podredumbre, es susceptible de infectar con sus miasmas vastas áreas de la vida por espacio de milenios... http://www.erosbcn.com A continuación, A. Smith nos dice que de la renta neta, es decir, de la renta en sentido específico, hay que excluir todo el capital fijo, y además toda la parte del capital circulante necesaria para el sostenimiento y la reparación del capital fijo, así como para su renovación: es decir, en realidad todo el capital que no reviste una forma natural destinada al fondo de consumo. escort Barcelona T y Mp se comportan idénticamente mientras son mercancías en manos de sus vendedores, en manos del obrero que vende su fuerza de trabajo y del poseedor, de los medios de producción que vende estos medios. Para el comprador, cuyo dinero opera aquí como capital–dinero, esos factores sólo operan como mercancías, mientras no han sido compradas por él, es decir, mientras se enfrentan con su capital existente en forma de dinero, como mercancías pertenecientes a otros. Mp y T sólo se distinguen aquí en cuanto que Mp, en manos de su vendedor, = M', es decir, que puede ser capital si Mp, forma de mercancías de su vende­dor, = M'– o, lo que viene a ser lo mismo, puede ser capital si Mp es la forma de mercancías de su capital, mientras que T, para el obre­ro, no es nunca más que una mercancía y sólo se convierte en capital en manos del comprador, como parte integrante de P. Acompañantes de lujo Véase, pues, como después de ser violentamente expropiados y expulsados de sus tierras y convertidos en vagabundos, se encajaba a los antiguos campesinos, mediante leyes grotescamente terroristas, a fuerza de palos, de marcas a fuego y de tormentos, en la disciplina que exigía el sistema del trabajo asalariado. http://www.girlsbcn.org Si sus hilados circulan es porque él lanza al mercado su producto anual, ni más ni menos que hacen los demás capitalistas con las mercancías de su fabricación. Pero, antes de lanzarse al mercado, estos productos figuraban ya en el fondo anual de producción, es decir, en la masa global de objetos de todo género, en los que se convierte, al cabo del año, la suma global de los capitales individuales o el capital global de la sociedad y del que cada capitalista individual sólo posee una parte alícuota. Las operaciones del mercado no hacen más que establecer el intercambio entre las distintas partes integrantes de la producción anual, hacerlas pasar de mano en mano, pero sin hacer que aumente de volumen la producción global de un año ni que cambien de naturaleza los objetos producidos. Por tanto, el uso que se haga o pueda hacerse del producto global anual dependerá de la propia composición de éste, pero nunca de la circulación. callgirls Madrid Pero, sabemos que el capital variable es la expresión en dinero del valor global de todas las fuerzas de trabajo empleadas al mismo tiempo por el capitalista. El valor del capital variable será, por tanto, igual al valor medio de una fuerza de trabajo multiplicado por el número de las fuerzas de trabajo empleadas. Por consiguiente, sabiendo el valor de la fuerza de trabajo, la magnitud del capital variable estará en razón directa al número de obreros simultáneamente empleados. Sí suponemos que el valor diario de una fuerza de trabajo = 1 tálero, para explotar diariamente 100 fuerzas de trabajo será necesario desembolsar un capital de 100 táleros, y para explotar n fuerza de trabajo un capital de n táleros. Acompañantes madrid Los señores Naylor y Vickers, fabricantes de acero, que tienen unos 600 o 700 obreros, entre los que sólo hay un 10 por ciento de jóvenes menores de 18 años, no dedicando además al trabajo nocturno más que a unos 20 muchachos, se expresan del modo siguiente: "Los muchachos no sufren en absoluto del calor. La temperatura es, probablemente, de unos 66 a unos 90 grados [19º y 32º C]... En los talleres de forja y laminación, los hombres trabajan día y noche, por turno; en cambio, todos los demás trabajos son diurnos, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la noche. En la forja se trabaja de 12 a 12. Algunos hombres trabajan por la noche. continuamente sin turnar con los de día A nuestro juicio, no media diferencia alguna en cuanto a la salud "(¿la de los señores Naylor y Vickers?)" entre el trabajo diurno y el nocturno, y seguramente que se duerme mejor cuando las horas de descanso son siempre las mismas que cuando varían... Hacia unos veinte muchachos de menos de 18 años trabajan en el turno de noche... No podríamos arreglarnos bien (not well do) sin emplear el trabajo nocturno de muchachos menores de 18 años. Tenemos que luchar contra el aumento de los costos de producción. Los hombres diestros y los capataces son difíciles de obtener, pero los muchachos abundan en la proporción que se quiera... Naturalmente que, dada la escasa proporción de muchachos empleados en nuestra fábrica, las restricciones del trabajo nocturno tendrían, para nosotros, poca importancia e ínterés."67

He aquí las partes de la obra que han sido traducidas por el doc­tor Aveling:8 1)Los capítulos X ("La jornada de trabajo") y XI ("Cuota y masa de plusvalía"); 2) la sección sexta ("El salario", que abarca los capítulos XIX a XXII); 3) desde el capítulo XXIV, apartado 4 ("Circunstancias que . . .") hasta el final de la obra, o sea la última parte del capítulo XXIV, el capítulo XXV y toda la sec­ción séptima (capítulos XXVI a XXXIII) y los dos prólogos del autor. La traducción del resto de la obra corrió a cargo de Mr. Moore. Cada uno de ambos traductores es, pues, responsable de la parte de trabajo por él realizado; yo, por mi parte, asumo la responsabilidad por la obra completa. relax bilbao 1. Empleo en las minas de muchachos a partir de los 10 años. El trabajo, incluyendo el tiempo obligado que se tarda en ir a la mina y en volver de ella, dura generalmente 14 a 15 horas, y a veces más, desde las 3, las 4 o las 5 de la mañana hasta las 4 y las 5 de la tarde (núms. 6,452,83). Los obreros adultos trabajan en dos turnos, a 8 horas, pero a los muchachos no se les aplica este régimen, para ahorrar gastos (núms. 80, 203, 204). A los chicos de menos edad se les destina principalmente a abrir y cerrar las puertas de contención de las corrientes en los distintos pisos de la mina, y a los que son un poco mayores a trabajos pesados, como transportar carbón, etc. (núms. 122, 739, 1747). En las jornadas largas de trabajo bajo tierra se emplean obreros desde los 10 a los 22 años, edad en que comienza el verdadero trabajo de minero (núm. 161). En la actualidad, a los niños y obreros jóvenes se les hace trabajar más que en ninguna época anterior (núms. 1663-67) Los obreros mineros exigen casi unánimemente que se dicte una ley parlamentaría prohibiendo el trabajo en las minas hasta los 14 años. Ante esto, Hussey Vivían (un explotador minero) pregunta: “¿No estará relacionada esta aspiración con la mayor o, menor pobreza de los padres?” Y Mr. Bruce: “¿No sería injusto privar de este recurso a la familia cuyo padre haya muerto o esté imposibilitado para trabajar? Además, tiene que haber una regla general. ¿Es que quieren ustedes que se prohiba trabajar a los niños bajo tierra hasta los 14 años con carácter general?” Respuesta: “Sí, con carácter general” (núm. 100 a 110). Vivían “Si se prohibiese el trabajo en las minas hasta los 14 años, ¿enviarían los padres a sus chicos a las fábricas, etc.? Por lo general no.” (Núm. 174.) Obreros: “El abrir y cerrar las puertas parece cosa sencilla, pero es un trabajo muy duro. Aun prescindiendo de las continuas corrientes, el muchacho se halla prisionero, igual que si estuviese encerrado en la celda oscura de una cárcel.” Burgués Vivían: “¿No puede leer mientras cuida de la puerta, si tiene una luz?” –En primer lugar, tendría que comprarse él mismo las velas. Pero, además. no se lo permitirían. El está allí para a tender su puesto, y tener un deber que cumplir. Yo no he visto nunca a un muchacho leyendo en la mina” (núms. 141-60). barcelona escorts independientes Entretanto, la situación social había cambiado. El parlamento no se atrevió a rechazar las medidas reclamadas por la Comisión de 1863, como había hecho con las de 1842. Ya en 1864, cuando todavía la Comisión no había publicado más que una parte de sus informes, las leyes vigentes para la industria textil se hicieron extensivas a la industria de artículos de barro (incluyendo la alfarería), a la fabricación de tapices, cerillas, cartuchos y pistones y atusado del terciopelo. En el mensaje de la Corona del 5 de febrero de 1867, el gabinete tory que ocupaba a la sazón el gobierno, anunció nuevos proyectos de ley basados en las propuestas finales de la Comisión, que entretanto había terminado su labor, en 1866. posicionamiento web El trabajo puesto en movimiento un día con otro por el capital global de una sociedad puede ser considerado como una única jornada de trabajo. Así, por ejemplo, si el número de obreros que trabajan es de un millón y la jornada de trabajo media de un obrero, de 10 horas, la jornada social de trabajo será de 10 millones de horas. Partiendo de una duración dada de esta jornada de trabajo, ya se halle circunscrita por límites físicos o por limites sociales, la masa de plusvalía sólo puede aumentar aumentando el número de obreros, es decir, la población trabajadora. El incremento de la población constituye aquí el límite matemático con que tropieza la producción de plusvalía por el capital global de la sociedad. Y a la inversa. Partiendo de una magnitud de población dada, este límite lo traza la posible prolongación de la jornada de trabajo.3 En el capitulo siguiente veremos que esta ley sólo rige para la forma de plusvalía que venimos estudiando. flyers El fraile veneciano Ortes, uno de los grandes escritores de economía del siglo XVIII, resume así el antagonismo de la producción capitalista como ley natural absoluta de la riqueza social: “El bien y el mal económico, dentro de una nación, se equilibran siempre (il bene ed il male economico in una nazione sempre all'istessa misura); lo que para unos es abundancia de bienes es para otros, siempre, carencia de los mismos (la copia dei beni in alcuni sempre eguale alla mancanza di essi in altri). Para que algunos posean grandes riquezas, tienen que verse muchos otros desposeídos totalmente hasta de lo más necesario. La riqueza de un país corresponde siempre a su población, y su miseria a su riqueza. La laboriosidad de unos impone la ociosidad de otros. Los pobres y ociosos son un fruto necesario de los ricos y trabajadores”, etc.25 Unos diez años después de Ortes, un reverendo sacerdote protestante inglés, Townsend, glorificaba toscamente la pobreza como condición necesaria de la riqueza. “El deber legal de trabajar lleva consigo muchas fatigas, muchas violencias y mucho estrépito; en cambio, el hambre no sólo ejerce una presión pacífica, silenciosa e incesante, sino que, además, provoca la tensión más potente, como el móvil más natural que impulsa al hombre a trabajar y a ser industrioso.” El ideal está, por tanto, en hacer permanente el hambre entre la clase obrera, y de ello se encarga, según Townsend, el principio de la población, especialmente activo entre los pobres. “Pareca ser una ley natural que los pobres sean hasta cierto punto poco precavidos (improvident) [poco precavidos, puesto que no vienen al mundo, como los ricos, con una cuchara de oro en la boca], para que así haya siempre gente (that there always may be some) que desempeñe los oficios más serviles, más sucios y más viles de la comunidad. De este modo, se enriquece considerablemente el fondo de la felicidad humana (the fund of human happiness), las personas más delicadas (the more delicate) se ven libres de molestias y pueden entregarse a tareas más elevadas, etc.... La ley de la beneficencia tiende a destruir la armonía y la belleza, la simetría y el orden de este sistema creado por Dios y la naturaleza.”26 El fraile veneciano veía en el decreto del destino eternizando la miseria la razón de ser de la caridad cristiana, del celibato, de los conventos y de las fundaciones piadosas; en cambio, el clérigo protestante encuentra en él el pretexto para maldecir de las leyes que reconocen a los pobres un derecho a reclamar de la sociedad un mísero socorro. “El incremento de la riqueza social –dice Storch– engendra esa clase tan útil de la sociedad... que desempeña los oficios más enojosos, más viles y más repelentes, cargando, en una palabra, con todo lo que hay en la vida de desagradable y servil, lo que permite precisamente a las demás clases gozar de tiempo, de alegria de espíritu y de dignidad convencional (c´est bon!) de carácter, etc.”27 Storch se pregunta cuál es, en realidad, la ventaja de esta civilización capitalista, con su miseria y su degradación de las masas ante la barbarie. Y sólo encuentra una respuesta: ¡la seguridad! “Gracias a los progresos de la industria y de la ciencia –dice Sismondi–, todo obrero puede producir diariamente mucho más de lo que necesita para su consumo. Pero, al mismo tiempo, aunque su trabajo produzca la riqueza, ésta, si hubiera de consumirla él mismo, le haría poco apto para el trabajo.” Según él, “los hombres [es decir, los hombres que no trabajan] renunciarían, probablemente, a todas las perfecciones de las artes y a todas las comodidades que nos proporciona la industria, si tuviesen que adquirirlas con su trabajo permanente, como el que realiza el obrero... Hoy, el esfuerzo está divorciado de la recompensa: no es el mismo el hombre que trabaja y luego descansa; por el contrario, tienen que trabajar unos precisamente para que descansen otros... “Por eso, la inacabable multiplicación de las fuerzas productivas del trabajo no puede conducir a otro resultado que a acrecentar el lujo y los placeres de los ricos ociosos”.28 Finalmente, Destutt de Tracy, este doctrinario burgués de sangre fría, lo proclama brutalmente: “Es en los países pobres donde el pueblo vive a gusto y en los países ricos donde generalmente vive en la pobreza.”29 discotecas en lleida Bajo la restauración de los Estuardos, los terratenientes impusieron legalmente una usurpación que en todo el continente se había llevado también a cabo sin necesidad de los trámites de la ley. Esta usur­pación consistió en abolir el régimen feudal del suelo, es decir, en transferir sus deberes tributarios al Estado, “indemnizando” a éste por medio de impuestos sobre los campesinos y el resto de las masas del pueblo, reivindicando la moderna propiedad privada sobre fincas en las que sólo asistían a los terratenientes títulos feudales y, finalmente, dictando aquellas leyes de residencia (laws of settlement) que, mutatis mutandis, ejercieron sobre los labradores ingleses la misma in­fluencia que el edicto del tártaro Boris Godunof sobre los campesinos rusos. restaurantes en girona A fines del siglo XVIII y en los primeros decenios del siglo XIX, los terratenientes y colonos ingleses impusieron a sus braceros el salario mínimo absoluto, abonándoles menos del mínimo en forma de jornales y el resto en concepto de socorro parroquial. He aquí un ejemplo de la “pulcritud” con que procedían los dogberries ingleses, para fijar “legalmente” las tarifas de salarios: “Al sentarse a fijar los salarios que habían de regir en 1795 para Speenhamland, los squires habían comido ya a mediodía, pero se imaginaban, por lo visto, que los obreros no necesitaban hacerlo también... Estos caballeros decidieron que el salario semanal fuera de 3 chelines por cabeza cuando el pan de 8 libras y 11 onzas costase 1 chelín, debiendo subir proporcionalmente hasta que el pan costase 1 chelín y 5 peniques. Al rebasar este precio, el salario descendería en proporción, hasta que el precio del pan fuese de 2 chelines; en este caso, la alimentación del jornalero se reduciría en 1/5”.40 Ante la Comisión investigadora de la House of Lords comparece, en 1814, un tal A. Bennet, gran agricultor, magistrado, administrador de casas de beneficencia y regulador de salarios. Se le pregunta: “¿Guardan alguna proporción el valor del trabajo diario y el socorro parroquial de los obreros?” Respuesta: “Si. El ingreso semanal de cada familia se completa por encima de su salario nominal hasta obtener el precio del pan (de 8 libras y 11 onzas) y 3 peniques por cabeza... Calculamos que el pan de 8 libras y 11 onzas basta para mantener a todos los individuos de la familia durante una semana; los 3 peniques son para ropa; si la parroquia prefiere distribuir ella misma la ropa, se descuentan los 3 peniques. Esta práctica no se sigue solamente en toda la parte occidental de Wiltshire, sino, a lo que yo entiendo, en todo el país.41 "De este modo –exclama un autor burgués de la época–, los agricultores degradaron durante años y años a una clase respetable de compatriotas suyos, obligándolos a refugiarse en los talleres... El agricultor aumentó sus propias ganancias, impidiendo hasta la acumulación del fondo más estrictamente indispensable de consumo en la persona del obrero. Para saber el papel que desempeña hoy día el robo descarado que se comete contra el fondo de consumo del obrero en la creación de la plusvalía y, por tanto, en el fondo de acumulación del capital, basta fijarse, por ejemplo, en el llamado trabajo domiciliario (véase cap. XV, 8, c). En el transcurso de esta sección de nuestra obra tendremos ocasión de examinar otros hechos. BCN piso 24 Ricardo enfoca, a veces, este aspecto del funcionamiento de las máquinas –aspecto que él no desarrolla, como no desarrolla tampoco la diferencia general que media entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización del capital– colocándolo tan en primer plano, que en ocasiones se olvida de la parte de valor que las máquinas transfieren al producto, para confundirlas en un solo todo con las fuerzas naturales. Dice. por ejemplo, "Adam Smith no desdeña nunca los servicios que nos prestan las fuerzas naturales y la maquinaria, pero distingue muy certeramente la naturaleza del valor que ambas añaden a las mercancías... ; como realizan su trabajo (work) gratis, la ayuda que nos prestan no añade nada al valor de cambio" (Ricardo, Principles, etc., pp. 336, 337). La observación de Ricardo, es, indudablemente, exacta en cuanto va dirigida contra J. B. Say, quien se imagina que las máquinas prestan el "servicio" de crear el valor que forma parte de la "ganancia".

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